Una identidad inesperada. 

Las identidades como formas cambiantes de ser en el mundo. La maternidad irrumpe para cambiarlo todo: los olores, los espacios, las actividades, incluso, las denominaciones. 

Por Mayra Alvarado*

Con la maternidad, no solo nace una persona nueva, esa de carne y hueso, con dos brazos, piernas, una garganta con una potencia nunca antes escuchada, sino también una identidad inesperada. Desde hace 15 meses me convertí en la mamá de… 

La llegada de un hijo suele reconfigurar el modo en que nos nombran, nos perciben y nos movemos en el mundo. Ahora somos “la mamá del bebé que no duerme tan bien de noche”, “la mamá del nene que va a salita lila” y así… y en esta transición, aparece una pregunta que late en silencio entre chats de familias, chequeos pediátricos, reuniones con docentes en sillitas diminutas y proyectos de arte sobre “su mundo sonoro”: ¿qué queda de quien éramos antes?

En este torbellino de descubrires está la presencia de nuevas instituciones o, quizás, las mismas pero ahora desde otro lugar: el jardín, la plaza del barrio, las salas de espera de consultorios y guardias. Ocupamos roles desconocidos que se naturalizan rápidamente, como si siempre hubiésemos sabido cómo cumplirlos. Pero en el fondo y muy de vez en cuando nos descubrimos extrañando una voz anterior, un cuerpo despojado, que no era refugio ni sostén. Un cuerpo que se habitaba con otras urgencias, con otros deseos y nos preguntamos ¿Podemos habitar estos nuevos espacios sin que nos borren los viejos modos de habitar?

-Soy la mamá de…
 Lo escuché con fuerza en la puerta del jardín y quedó resonando. Porque es tan arrasador, que mi respuesta fue: yo soy la mamá de… SOY LA MAMÁ DE. Eso dije, sin pensarlo. Yo, una feminista, militante del pañuelo verde, la Educación Sexual Integral, de marchas, Encuentros Nacionales de Mujeres y podría seguir, respondí sin más: Soy la mamá de… 

Desde entonces, esa frase volvió una y otra vez, como una contraseña tácita para entrar a nuevos espacios: el grupito de Whatsapp de la sala lila, el grupo de la cooperadora, la obra social cuando necesito esa autorización que nunca llega, las reuniones de familias. La mamá de parece ser una forma de presentación aceptada, natural, automática. Pero cada vez que la escucho, una parte de mí estalla y se pregunta qué pasó con la que tenía nombre propio.

Me encuentro en lugares que jamás imaginé habitar: la clase abierta de música, la vereda del jardín conversando con los mapapis sobre crianza, alimentación, clima  ̶ pues mejor evitar temas de las viejas identidades ̶, los talleres de nutrición para retrasar el consumo de procesados, azúcar y sal. Me muevo entre nuevas rutinas, lenguajes y exigencias. Y, al mismo tiempo, con la sensación de que algunas partes de mí quedaron suspendidas. No es que ya no estén; pero hacen silencio. Aunque a veces, me susurran preguntas. Me ayudan a poner en duda lo dado, incluso cuando todo parece naturalizado.

Escribo y recupero esas voces. Me pregunto si es posible ser la mamá de y también ser muchas otras cosas. O si, en realidad, la maternidad implica inventar una forma nueva de ser una misma.

En ese cruce de chats, llantos, de veredas, de salitas, mochilas y carteleras, aparece algo que no es pérdida ni reemplazo: es otra forma de ser con otras, con otros, de vincularse en red, de reaprender el mundo como algo nuevo, como algo que recién empieza.

Algo cambió con la llegada del jardín. Quizás poder tomar distancia y observarlo ser con otras personas, con sus pares, con sus docentes. Quizás con la construcción de una comunidad que no imaginaba y acompaña el día a día. Quizás con esas nuevas preguntas que no dejan de brotar, ¿cómo se construyen los vínculos con otras familias, con las docentes, con las normas tácitas del grupo? ¿Qué se espera de una? ¿Cómo participo activamente? ¿Participo? 

A veces, ser parte de esta trama me da vértigo. Pero otras veces, me sostiene. Porque quizás no se trata de elegir entre una identidad pasada y una nueva, sino de abrir espacio para que convivan, para que tensionen, se enojen, compitan y vivan en permanente contradicción. 

No soy solo la mamá de Lautaro, aunque lo soy. También soy alguien que escribe esto, que mira, que duda, que intenta encontrar palabras para nombrar lo que cambia cuando la vida  ̶ mi vida ̶  se puebla de otras vidas.


* Mayra Alvarado

Lic. en Ciencias de la Comunicación (Sociales, UBA). Docente del Taller de TIF Intervención en la carrera de Ciencias de la Comunicación (Sociales, UBA). Maestranda en Género, Sociedad y Política (PRIGEPP, Flacso). Feminista, ariana y peronista. 

Ago 18, 2025 | Mayra Alvarado

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