Elecciones y crisis de representatividad: la manifestación simbólica de las identidades políticas en un espacio público reconfigurado.
Por Natalia Rossetti* y Magalí Laura Gómez**
Las elecciones legislativas de 2025 en CABA mostraron grandes transformaciones en el mapa político local, con baja participación y una marcada fragmentación del voto. Los resultados no pueden ser interpretados exclusivamente desde una perspectiva electoralista, sino como síntoma de un proceso más profundo de reconfiguración simbólica del espacio público y de las identidades políticas que se expresan en el distrito.
¿Por qué mirar CABA?
La nacionalización de la elección de legisladores/as porteños/as fue un experimento luego de la anulación de las elecciones Primarias Obligatorias y Simultáneas (PASO). El partido de gobierno, al postular a Manuel Adorni, su candidato troll, estimuló una mutación en los repertorios de la acción política, las narrativas y las formas de pertenencia en la ciudad que hegemonizaba el PRO.
No cabe duda que el plebiscito indirecto que hizo el espacio de Milei -nunca había sido tan significativa una banca en Perú al 100 – corrió con la misma suerte que otras provincias del país sobre la baja participación. Este descenso se explica por múltiples factores: desinterés político, desdoblamiento de la elección y la incorporación de electores migrantes por el empadronamiento automático. Este último sumó 542.150 nuevos votantes de los cuales solo participó el 14,24%.
Sin embargo, este hecho electoral particular nos invita a vincular distintas dimensiones para poder interpretarlo. Examinar la crisis de identidad del PRO y los sentidos comunes de su electorado, analizar el despliegue de una campaña peronista que quiso salir de lo nacional para llevarlo a lo local y sus efectos; pensar cómo se asocia el impacto de las políticas represivas y de control social en el espacio público atravesado por procesos de fragmentación social, polarización y desafección institucional, serán algunas pistas que recorreremos en los próximos párrafos.
Una breve aclaración: no vamos a contar lo que ya sabemos de los resultados, para ello se puede acceder a cualquier noticia del 19 de mayo de 2025. Aquí nos enfocaremos en contribuir a explicar la complejidad actual que presenta la cosa pública ante un sistema de ideas polarizado.
El PRO y la motosierra: confusión ideológica y desplazamientos
Una de las claves para comprender el escenario político porteño en 2025 es la reconfiguración discursiva del PRO y su superposición con la retórica de LLA. Durante casi dos décadas, este partido construyó en CABA una narrativa asociada a la gestión, el orden urbano, la modernización administrativa y un vínculo peyorativo pero necesario sobre el rol de las burocracias estatales. Su hegemonía se sostuvo sobre una promesa de eficiencia y de principios republicanos más que sobre una ideología (no tan explícita como su actual aliado y némesis), aunque enmarcada en un horizonte liberal-conservador.
Sin embargo, la irrupción de Javier Milei y su consolidación como figura presidencial reconfiguró el campo semántico de la derecha en Argentina. El discurso de la “motosierra”, centrado en el ataque frontal al Estado, tensionó los límites discursivos del PRO. Al intentar mimetizarse con esa estética radicalizada -que propone dinamitar estructuras en lugar de reformarlas-, el PRO porteño se vio atrapado entre dos lógicas incompatibles: la gestión institucional y el rechazo visceral al Estado.
La candidatura de figuras como Silvia Lospennato o Hernán Lombardi en CABA, promovida por sectores del PRO en alianza táctica con LLA, expresaron ese dilema. En lugar de ofrecer una propuesta identitaria, el PRO optó por plegarse al clima de época, diluyendo sus rasgos originales. Esta confusión ideológica no sólo debilitó su perfil, sino que favoreció un corrimiento de votantes hacia LLA, percibida como una opción más coherente y agresiva contra “la casta”.
Desde el punto de vista electoral, este fenómeno se tradujo en un voto pragmático del electorado históricamente antiperonista. Lo que podría leerse como un desplazamiento entre partidos de derecha, es en realidad una continuidad ideológica. El electorado porteño no rompió con el PRO por desacuerdo doctrinario, sino porque entendió que Milei representaba con mayor claridad el ethos que el PRO había administrado con ambigüedad: meritocracia, individualismo, desconfianza hacia lo público, y rechazo al peronismo.
Este proceso sugiere que, más que fidelidad partidaria, lo que ordenó el voto en CABA es una estructura simbólica de largo plazo. El “voto gorila” (término que aquí utilizamos como categoría cultural) no responde a plataformas electorales, sino a sentidos comunes sedimentados sobre la desconfianza hacia el Estado, la estigmatización de la protesta social y la reivindicación del orden de una ciudad excluyente. En este contexto, Milei no representa una ruptura, sino una radicalización coherente de esa tradición.
El peronismo en la encrucijada territorial
A diferencia del corrimiento pragmático del voto antiperonista hacia La Libertad Avanza, el caso del peronismo en CABA revela un fenómeno de orden distinto: una desconexión entre el partido y sus bases históricas. Si bien el resultado fue positivo – Es Ahora Buenos Aires triunfó en más comunas que en 2021 y en otras quedó como segunda fuerza, superando a su histórico rival, el PRO-, el peronismo porteño experimentó una caída significativa en la participación de sus bastiones tradicionales, fenómeno que puede leerse como una abstención diferencial más que como una migración electoral hacia otras fuerzas, expresando que no hubo desplazamiento ideológico, sino desafección política.
Las comunas del sur —en particular la 4 y la 8—, históricamente vinculadas al voto peronista/kirchnerista, registraron no sólo los niveles más bajos de participación, sino también caídas concretas en el caudal electoral. En la Comuna 8, por ejemplo, la participación de las elecciones legislativas pasó del 72 % en 2021 al 45 % en 2025, con una disminución de más de tres puntos en el voto a las listas peronistas.
Este fenómeno puede ser interpretado como una expresión de desencanto frente a una oferta electoral: hay una crisis de representación, que afecta al peronismo cuando este no logra sostener un vínculo simbólico, organizativo y afectivo con sus distritos.
Durante décadas, el peronismo porteño encontró en la territorialidad, la mediación barrial y la identificación cultural una base para resistir su escasa representación institucional en este distrito. Pero la fragmentación organizativa, la adopción de campañas focalizadas en sectores medios progresistas y la falta de consolidación de un programa que frene al mileísmo, ¿podrían ser los vectores hacia una progresiva pérdida de representación?
Este repliegue no se limita a las urnas: también se evidencia en la retracción de expresiones identitarias en el espacio público y en las protestas. La ciudad deja de ser un escenario de disputa para volverse un territorio regido por lógicas de control: por cada jubilado protestando, diez policías lo rodean. En este contexto, el voto deja de ser un acto de afirmación política para transformarse en un gesto de desafección o, simplemente, en una omisión.
Llegado este punto, el concepto de “abstención diferencial” nos permite nombrar cierta dinámica social: no todos los sectores sociales se abstienen por igual, ni por los mismos motivos. En las comunas más afines al voto peronista, el ausentismo expresa una apatía, pero no generalizada, sino una crítica sosegada. Por ello, más que una derrota electoral, el resultado de 2025 representa una pérdida de conexión emocional y simbólica con su electorado, algo que no se resuelve únicamente con estrategia electoral sino con trabajo sostenido de reconstrucción del tejido político.
Lo que deja la elección: entre el espacio público y la polarización
Cuando el espacio público ya no es lugar de lo común, la política se vuelve gestión individual, consumo de opiniones o repliegue privado que se traspasa cómodamente al mundo digital. El algoritmo –que no deja de ser ideológico- cobra centralidad entonces, colaborando en la polarización de ideas e impactando en las formas de subjetivación política, donde se ve debilitado el sentido de pertenencia a un proyecto colectivo.
Los resultados de CABA en 2025 muestran que esta polarización no desemboca en un bipartidismo estable, sino en una fragmentación sistémica, donde la representación se dispersa, las lealtades se debilitan y los partidos tradicionales se ven desbordados por lógicas personalistas y discursos extremos. A pesar de que las narrativas electorales estuvieron dominadas por referencias a los extremos (Estado vs. mercado, castas vs. pueblo, república vs. populismo), el sistema partidario no se reorganizó en dos bloques consolidados.
La elección legislativa de 2025 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires permitió leer en clave condensada los procesos más profundos que atraviesan la política argentina actual: la fragmentación de la representación, la emocionalidad de la polarización, el disciplinamiento del espacio público y la desafección de amplios sectores sociales frente a una oferta política que no los convoca ni los representa. A esto se suma la proscripción de una líder que atrae a un tercio de los y las votantes, lo que alimenta el descreimiento en las instituciones llamadas a proteger a la ciudadanía. Por lo tanto, la falta de participación y/o interés en la política, no debe interpretarse como una simple pereza ciudadana, sino como resultado de procesos concretos de exclusión simbólica y material. La arena pública enfrenta una encrucijada; ¿cómo repensar lo político y la democracia para que no sea solo un sistema electoral, sino una forma de vida compartida?
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* Natalia Rossetti
Licenciada y profesora de Sociología (FSOC-UBA). Especialista en Estudios Políticos (UBA). Maestrando en Gobierno (UBA). JTP del Seminario Optativo “Comunicación Política y Opinión Pública”. Directora de investigación en Argumentaria, investigación social para la comunicación política.
* *Magalí Laura Gómez
Magister en Relaciones Internacionales (FLACSO). Lic. en Ciencias de la Comunicación (UBA). Titular del Seminario Optativo “Comunicación Política y Opinión Pública”. Docente e investigadora (UNLa UNPAZ, ISTLyR). Directora de Comunicación Estratégica. en Argumentaria.